Bohío te esperare aunque te niegues
a los cambios inevitables
Naciste en mi mente, habitable
Aunque eras viejo aquel viernes.
Un sonido imperceptible vino de tus raíces
Destruido, solo y de vida ausente
Susurraste a mi oído quiero ser tu naciente
de hilo de agua y tu sed sacies.
Nadie creía en ti, pero yo me enamoré
una vez más, claro, este ser enamorado
de la vida, y entregado,
a tus áridos brazos, y te abracé.
Te dejaste acariciar, tocar, besar
sentir el amor profundo
tan falto en este mundo,
que fuimos uno para los dos habitar
Vos en mi y yo en vos
hasta que de una vez comprendieras
que ruinas a ser vos volvieras
si no te brindas a todos.
Ningún sentido ya tienes, Bohío
si te ocultas en un amor egoísta
de dos, de tres, o solo existas a la vista
de estos ojos que ya no son míos
Nos entregamos, recuerdas, con pasión y alegría
a los besos, los abrazos, los vientres, las caderas
de la mujer que a ambos poder comprendiera
que estamos hechos de amor, ideas,
naturaleza,
y poesía.
Ahora volvamos en otros nosotros;
junto al membrillo, el fresno, la higuera
el limonero, la mandarina, el cerezo,
el laurel, las cañas, el ficus y el pomelo bello,
los potus, los cactus, malvones, y nidos,
el mirko del Chaco, las aves y sus cantos;
A reencontrarnos, deseados,
cuando la metamorfosis,
haya culminado.
Marcelo Cafiso
23 de noviembre de 2011
miércoles, 23 de noviembre de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario