viernes, 27 de septiembre de 2013

Norita. Nora Cortiñas. Testimonios Documentales. Nota editorial






Nota del Editor
Nora recuerda… “además de Azucena, [se refiere a Azucena Villaflor] tengo que nombrar a una madre: Maria del Rosario Cerruti, fue un golpe muy, muy duro, fue el secuestro de Azucena, de Ester Careaga, de María Ponce de Bianco, lo de las monjas francesas, y el resto de estos familiares que se llevaron de Santa Cruz. Fue, para lo que ellos querían, en el primer momento, fue ese choque… ¿Qué hacemos de acá a dentro de media hora, no? Y todas juntas decidimos que seguíamos...”
La memoria, el recuerdo, el dolor, la pregunta que, hombres y mujeres de lucha, se han hecho a lo largo de la historia ¿qué hacer? No de acá a veinte años, “dentro de media hora”, ahora, en la actualidad de nuestra existencia. “Seguimos”. Seguir era seguir la lucha que las reunía, convo­caba e impulsaba a pesar de los golpes más duros que puedan existir para un ser humano. A pesar de todo, seguir luchando.
Esto es lo que surge claramente de los testimonios del documental del autor, Miguel Mirra, que ha transitado diversos caminos siempre con el mismo objetivo de memoria, lucha, justicia.
Nora, en diversas entrevistas, reportajes, deja fluir los recuerdos de toda su vida sobre todo de los primeros años de compromiso de su hijo, de la militancia de otros cercanos, de lo que pensaba ayer y de lo que piensa y hace hoy.
Las madres –extensivo a los padres y a todos los familiares– y la incom­prensión –al principio en algunos, por siempre en otros– de las iniciati­vas, de los lanzamientos de la vida de un adolescente, de un joven hacia los compromisos colectivos, hacia el nadar en las aguas de ser sujetos protagonistas, de la militancia, de la lucha social y política que despier­ta en su interior al interrogarse e interrogar a una sociedad que golpea la dignidad del ser humano. Un sentimiento expresado tan profunda y sencillamente por Nora de lo que muchos sienten en ciertos momentos cuando ven a sus hijos emprender una diferente acción que estremece los cimientos de una vida acomodada o establecida como normal en la sociedad.

Unas madres que se preguntan, se interrogan, se cuestionan los por qué. Y cuando uno hace ese juego de preguntas y respuestas, de dia­léctica colectiva llega siempre a encontrar algunos claros en las noches cotidianas porque esta el otro para abrazar, escuchar y compartir.
Y Nora, como tantas otras madres y militantes, han sabido levantar los ojos y ver un todo. Porque la desaparición no terminó en la última dictadura cívico-militar. El plan es aún más ambicioso y perverso. No bastaba con intentar eliminar a unos miles de hijos de esta América de abajo, revoltosa y latina.
Nora lo dice sin reparo alguno
“Acá, primero vinieron por nuestros hijos, nuestras hijas. Después vinieron por el petróleo. Y vienen por el agua, y vienen por las patentes medicinales… La explotación de las minas a cielo abierto, contamina todo y la gente se va muriendo envenenada. Así que en la medida que uno dice ¿Yo estoy en la defensa de los derechos humanos? ¿Y que son los derechos humanos?
No claudicar, no bajar los brazos y entender que somos parte de una sociedad...
Estamos en un planeta que esta siendo dañado día por día,
¿Por qué? Por intereses económicos. La ferocidad de los que se quie­ren hacer ricos a través de la explotación del ser humano es lo que hay que tener en cuenta. Porque el saqueo y todo lo que estamos viviendo es a través de la explotación de los seres humanos, hombres y mujeres. Y tenemos que seguir luchando “
Sin dejar aquella persistente e inagotable búsqueda de los desapare­cidos, tanto ayer como hoy, han hecho extensiva la lucha a todas las vertientes de injusticias, que derivadas de aquel plan lúgubre y funesto del poder económico exteriorizado en la vestimenta de los milicos, hoy se extiende en otros aspectos de la vida en democracia por los grupos de poder dominante y las contiendas financieras en su afán de ser unos amos de otros.
Y sobre eso también reflexiona:

“Las Madres vivíamos muy encasilladas en la búsqueda de la ver­dad y la justicia, y de hacer memoria... Seguimos con eso, es nece­sario que se abran los archivos y que nos digan que paso con todos y cada uno de los detenidos desaparecidos, mujeres, varones y niños. Tenemos necesidad imperiosa de que la justicia sea real y que todos los genocidas vayan a la cárcel común y paguen por los crímenes horrendos que cometieron, que son imperdonables y que cada día más vemos que son crímenes imperdonables. Que no tienen ningún tipo de reconciliación con los genocidas, y con los cómplices.
Pero tenemos también que cuando vamos recogiendo las banderas de lucha de un pueblo abatido y deprimido, desaparecido y tortu­rado, tenemos también el compromiso de abrir los ojos. Porque esta violación a los derechos económicos, sociales, culturales, de género, de raza, se perpetra todos los días.”
Las palabras andariegas en los diversos frentes de lucha con los cuales Nora se solidariza y participa, suenan como las del poeta Blas Otero: “Si abrí los ojos para ver el rostro puro y terrible de mi patria...Si abrí los labios hasta desgarrármelos...”
Nora Cortiñas, abiertos sus ojos y sus labios, anda por los caminos contagiando con su ejemplo infatigable, enterneciendo con su mira­da, estremeciendo con palabras vehementes y denunciantes, abrazando abrazables en el quehacer cotidiano donde al estrecharse mutuamente flamea su pañuelo blanco en el hombro de otro hermano como bandera de lucha que vuelve a levantarse para otro abrazo u otra batalla.

Marcelo Cafiso Desde El Bohío Nuestra América Editorial Setiembre 2013
 


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