Nora recuerda… “además de Azucena, [se refiere a
Azucena Villaflor] tengo que nombrar a una madre: Maria del Rosario Cerruti,
fue un golpe muy, muy duro, fue el secuestro de Azucena, de Ester Careaga, de
María Ponce de Bianco, lo de las monjas francesas, y el resto de estos
familiares que se llevaron de Santa Cruz. Fue, para lo que ellos querían, en el
primer momento, fue ese choque… ¿Qué hacemos de acá a dentro de media hora, no?
Y todas juntas decidimos que seguíamos...”
La memoria, el recuerdo, el dolor, la pregunta que,
hombres y mujeres de lucha, se han hecho a lo largo de la historia ¿qué hacer?
No de acá a veinte años, “dentro de media hora”, ahora, en la actualidad
de nuestra existencia. “Seguimos”. Seguir era seguir la lucha que las
reunía, convocaba e impulsaba a pesar de los golpes más duros que puedan
existir para un ser humano. A pesar de todo, seguir luchando.
Esto es lo que surge claramente de los testimonios del
documental del autor, Miguel Mirra, que ha transitado diversos caminos siempre
con el mismo objetivo de memoria, lucha, justicia.
Nora, en diversas entrevistas, reportajes, deja fluir los
recuerdos de toda su vida sobre todo de los primeros años de compromiso de su
hijo, de la militancia de otros cercanos, de lo que pensaba ayer y de lo que
piensa y hace hoy.
Las madres –extensivo a los padres y a todos los
familiares– y la incomprensión –al principio en algunos, por siempre en otros–
de las iniciativas, de los lanzamientos de la vida de un adolescente, de un
joven hacia los compromisos colectivos, hacia el nadar en las aguas de ser
sujetos protagonistas, de la militancia, de la lucha social y política que
despierta en su interior al interrogarse e interrogar a una sociedad que
golpea la dignidad del ser humano. Un sentimiento expresado tan profunda y
sencillamente por Nora de lo que muchos sienten en ciertos momentos cuando ven
a sus hijos emprender una diferente acción que estremece los cimientos de una
vida acomodada o establecida como normal en la sociedad.
Unas madres que se preguntan, se interrogan, se
cuestionan los por qué. Y cuando uno hace ese juego de preguntas y respuestas,
de dialéctica colectiva llega siempre a encontrar algunos claros en las noches
cotidianas porque esta el otro para abrazar, escuchar y compartir.
Y Nora, como tantas otras madres y militantes, han sabido
levantar los ojos y ver un todo. Porque la desaparición no terminó en la última
dictadura cívico-militar. El plan es aún más ambicioso y perverso. No bastaba
con intentar eliminar a unos miles de hijos de esta América de abajo, revoltosa
y latina.
Nora lo dice sin reparo alguno
“Acá,
primero vinieron por nuestros hijos, nuestras hijas. Después vinieron por el
petróleo. Y vienen por el agua, y vienen por las patentes medicinales… La
explotación de las minas a cielo abierto, contamina todo y la gente se va
muriendo envenenada. Así que en la medida que uno dice ¿Yo estoy en la defensa
de los derechos humanos? ¿Y que son los derechos humanos?
No
claudicar, no bajar los brazos y entender que somos parte de una sociedad...
Estamos
en un planeta que esta siendo dañado día por día,
¿Por
qué? Por intereses económicos. La ferocidad de los que se quieren hacer ricos
a través de la explotación del ser humano es lo que hay que tener en cuenta.
Porque el saqueo y todo lo que estamos viviendo es a través de la explotación
de los seres humanos, hombres y mujeres. Y tenemos que seguir luchando “
Sin dejar aquella persistente e inagotable búsqueda de
los desaparecidos, tanto ayer como hoy, han hecho extensiva la lucha a todas
las vertientes de injusticias, que derivadas de aquel plan lúgubre y funesto
del poder económico exteriorizado en la vestimenta de los milicos, hoy se
extiende en otros aspectos de la vida en democracia por los grupos de poder
dominante y las contiendas financieras en su afán de ser unos amos de otros.
Y sobre
eso también reflexiona:
“Las Madres vivíamos muy encasilladas en la búsqueda de
la verdad y la justicia, y de hacer memoria... Seguimos con eso, es necesario
que se abran los archivos y que nos digan que paso con todos y cada uno de los
detenidos desaparecidos, mujeres, varones y niños. Tenemos necesidad imperiosa
de que la justicia sea real y que todos los genocidas vayan a la cárcel común y
paguen por los crímenes horrendos que cometieron, que son imperdonables y que
cada día más vemos que son crímenes imperdonables. Que no tienen ningún tipo de
reconciliación con los genocidas, y con los cómplices.
Pero
tenemos también que cuando vamos recogiendo las banderas de lucha de un pueblo
abatido y deprimido, desaparecido y torturado, tenemos también el compromiso
de abrir los ojos. Porque esta violación a los derechos económicos, sociales,
culturales, de género, de raza, se perpetra todos los días.”
Las palabras andariegas en los diversos frentes de lucha
con los cuales Nora se solidariza y participa, suenan como las del poeta Blas
Otero: “Si abrí los ojos para ver el rostro puro y terrible de mi
patria...Si abrí los labios hasta desgarrármelos...”
Nora
Cortiñas, abiertos sus ojos y sus labios, anda por los caminos contagiando con
su ejemplo infatigable, enterneciendo con su mirada, estremeciendo con
palabras vehementes y denunciantes, abrazando abrazables en el quehacer
cotidiano donde al estrecharse mutuamente flamea su pañuelo blanco en el hombro
de otro hermano como bandera de lucha que vuelve a levantarse para otro abrazo
u otra batalla.
Marcelo Cafiso Desde El Bohío Nuestra América Editorial Setiembre 2013