Tardes de piezas revueltas
de un agradable calor
buscando acaso un amor,
hallando preguntas sueltas
voy poco a poco aprendiendo
el arte de jugar sabiendo
que la vida no es juego
ni el mañana un hasta luego.
Patio de mesa y mate
bajo un árbol frondoso
medio áspero y cariñoso
se va abriendo con dislates
discutiendo con fervor
descolgando aquel pudor
del hombre que ya ha vivido
y que da lo que no tiene
para el joven atrevido.
Infatigable siestero,
rezongón,
remendón
zapatero
y quinelero,
de aquellos vecinos
que no temen a la vida
llena de agujeros,
porque brindan la caricia
que cura la tristeza
o la malicia
que los hombres siembran
en los surcos de avaricia.
Viejo bueno, aguda vista
con ideas de la escuela
socialista,
y el abrazo a la abuela
que en la calle
se tropieza
con la pieza
que cayo del tablero
de un andar en la pobreza
y entre risa y gesto duro
ofrece el fruto maduro
que le enseñó el amor
alrededor de su cuarto
de querido zapatero.
Así te recuerdo ahora
entre blancas y negras,
viajando en el tren del tiempo,
al mover las nuevas piezas
de las tardes de ajedrez
jugando con mis tres flores
les cuento de un lindo viejo
que supo brindar amores
sin mirarse a ningún espejo.
[Desde el Bohío, enero de 2012]
martes, 24 de enero de 2012
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario