Ser docente es ser un activista social.
Desde la docencia podemos
reducir al otro convirtiéndolo en un manso súbdito o transformarlo en un
inquieto sujeto que buscará la verdad para desatar
los nudos que enredan la libertad de la existencia. Esa búsqueda, que
emanará como el canto del ave bajo la copa del frondoso árbol de la
educación, hallará su objetivo sólo si los argumentos, que desde allí se
brinden, son liberadores.
Nuestros orígenes, las raíces de ese árbol, enriquecen el canto para vencer el llanto de esta apaleadora e injusta sociedad.
La música que antecede al papel trae la palabra de la sabiduría.
Del trinar del ave y los sonidos de la voz humana nació una extensa pradera de instrumentos.
Entre ellos, y milenario, el Siku.
Lo originario, las melodías antiguas, lo nuestro, de todos.
Este es un libro con ritmo de vida, para docentes, trabajadores
sociales, padres, estudiantes, niños, jóvenes o adultos, que deseen
aprender a fabricar un siku, y en comunidad crear la voz de los que no
fueron escuchados hasta ese momento en que los oídos vuelvan a vibrar
por una nueva caricia de los sentidos.
A contracorriente del individualismo el siku sólo es posible tocarlo entre dos.
Sin el otro no hay melodía, no hay secuencia de notas.
La música transforma la realidad... el sikuri transforma la forma de
esa transfiguración, y a la vez, el espíritu de ese cambio nace
únicamente si es en forma colectiva.
Como la docencia, como el amor, como la vida, es necesario el otro para llevar a cabo el arte de la música a través del siku.
Julio de 2012
desde el Bohío.
martes, 31 de julio de 2012
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