Ser docente es ser un activista social.
Desde la docencia podemos
reducir al otro convirtiéndolo en un manso súbdito o transformarlo en un
inquieto sujeto que buscará la verdad para desatar
los nudos que enredan la libertad de la existencia. Esa búsqueda, que
emanará como el canto del ave bajo la copa del frondoso árbol de la
educación, hallará su objetivo sólo si los argumentos, que desde allí se
brinden, son liberadores.
Nuestros orígenes, las raíces de ese árbol, enriquecen el canto para vencer el llanto de esta apaleadora e injusta sociedad.
La música que antecede al papel trae la palabra de la sabiduría.
Del trinar del ave y los sonidos de la voz humana nació una extensa pradera de instrumentos.
Entre ellos, y milenario, el Siku.
Lo originario, las melodías antiguas, lo nuestro, de todos.
Este es un libro con ritmo de vida, para docentes, trabajadores
sociales, padres, estudiantes, niños, jóvenes o adultos, que deseen
aprender a fabricar un siku, y en comunidad crear la voz de los que no
fueron escuchados hasta ese momento en que los oídos vuelvan a vibrar
por una nueva caricia de los sentidos.
A contracorriente del individualismo el siku sólo es posible tocarlo entre dos.
Sin el otro no hay melodía, no hay secuencia de notas.
La música transforma la realidad... el sikuri transforma la forma de
esa transfiguración, y a la vez, el espíritu de ese cambio nace
únicamente si es en forma colectiva.
Como la docencia, como el amor, como la vida, es necesario el otro para llevar a cabo el arte de la música a través del siku.
Julio de 2012
desde el Bohío.
martes, 31 de julio de 2012
lunes, 30 de julio de 2012
C'est la vie.
Así es la cosa.
Un día se es larva
y al otro mariposa.
Más luego,
abono pa la rosa,
y se acabó la cosa.
jueves, 26 de julio de 2012
Memorias del apagón. La represión en Jujuy: 1974-1983. Nota de Contratapa.
Golpe de estado, golpe económico, golpe al corazón de un pueblo, golpe al cuerpo social, golpe al golpe, intentando apagar la vida, cegándolo todo.
Oscuridad, azúcar, ingenio, bagazosis, terratenientes, los Blaquier, Ledesma, Obreros, sindicato, lucha, luz.
Un médico, Luis Aredez, que no se acuesta con el poder, un poder que lo acuesta y secuestra y desaparece...
Una esposa, Olga Aredez, que hace los quehaceres de la vida, lucha en la búsqueda de la verdad y la justicia para todos.
hijos, hermanas, padres, madres, un pueblo que desde la resistencia emerge de la somnolencia de las alturas. Luchadores con nombre y apellido, desconocidos pero con historia, sujetos hacedores de ella en un Jujuy que aún hoy grita de dolor y bronca contra la muerte que vino vestida de negro en la oscura noche del apagón...en marzo de 1976.
Pero las luciérnagas alumbran el sendero de la esperanza y la voctoria en medio de los apagones que permite, aún hoy, que convivan impunemente a través de las mismas empresas y los mismos responsables de los crímenes contra el pueblo de nuestra patria.
Con este libro Delia Maisel enciendo otra antorcha, que viene de mano en mano, para iluminar la historia con memoria, exigiendo justicia con alumbrones de vida.
***
Nota escrita para la contratapa del libro Memorias del apagón. La represión en Jujuy: 1974-1983.de la autora Delia Maisel, con prólogo de Adolfo Pérez Esquivel. [en el mes de marzo de 2007]
lunes, 23 de julio de 2012
"Comiendo una milanesa con John Berger y el tano Ricky en el barcito del barrio"
Uno vuelve siempre allí donde se siente cómodo. Donde vislumbra que hay algo más por descubrir detrás de los incipientes intercambios. Donde hasta las discusiones y desaveniencias tienen sabor agradable. Vemos las migas de pan por el camino que nos conducen una y otra vez a ese sitio. Y cuando los gorriones las engulleron, nosotros mismos las lanzamos como estela de nuestro navegar hacia el mar de los placeres de las relaciones humanas.
Ir a comer una y otra vez al chadopiff del tano Ricky y sus milangas baratísimas y riquísimas se hizo una costumbre de aquellas jornadas en que la soledad es compañera. Ni son tantas ni son pocas, son las que existen en la vida de cada uno aunque a veces estemos rodeados. Encontré otro diferente espacio donde discutir con otros trabajadores, esos que se levantan a las 4.30 de la madrugada y se detienen a almorzar porque deben continuar hasta las seis o siete de la tarde. Esos, los obreros de verdad. El tano Ricky, cincuentón y pico, pinta de laburante de abajo, aspecto descuidado, barba de días, gorrita, ropa erosionada; atrae a los trabajadores, dialóga, hace chistes, pero no discute, deja preguntas que interpelan y en su esencia cuestionan. Ese método particular me llamó la atención y aunque utilizara palabras y gestos sencillos en el trato, percibí que había una deliberada actuación que ocultaba algo más que un laburante cocinero de milangas. Indagué suavemente como para no romper los moldes. Poco y nada. El tiempo fue pasando. Cambié la estrategia y dedique las palabras a generar discusiones con los comensales. Obreros de vino tinto y cerveza a mediodia con las opiniones mas dispares y disparatadas que acuna nuestra sociedad. Los ánimos se caldean siempre. No falta el conservador, el que putea a todo, el que desea la vuelta de los milicos, el que dice que los derechos humanos son una mierda, el por algo habrá sido, el que dice que hay laburo pero que nos explotan igual, el que dice que al menos sus pibes van a la escuela pero el se mata laburando, trabajadores bien de barrio, bien de abajo y un abanico amplio de posturas que van cambiando o no, según el meollo de la cuestión. El tano Ricky se percató de la nueva estrategia de este provocateur y entró en confianza asociándose a las dagas de la conciencia sin revelar el acuerdo clandestino que surgió desde el silencio jamás revelado. Ya no era el mismo, ni yo tampoco. Gestos y miradas con el Ricky son suficientes para desencadenar nuevos debates entre los de las mesas, de la barra o los parados. El arte de la discusión me apasiona y dejo una parte de mí en los enardecidos intercambios.
Hasta que cierto día estando sólos y cambiando figuritas de ideas y pensamientos me dijo: "Sí, como dice en 'Puerca Tierra'".Lo corté, no pude contenerme y le espeté un violento: ¿Cómo?, ¿Vos leés a Berger? y sonriéndo cómplicemente me responde, podemos hablar de sus obras o de los Hermanos Karamazov o de (...) Reímos.
Había que tener paciencia, estaba oculto detrás del personaje y surgió el verdadero de la mano de John Berger, ese contemporáneo magistral y autodidacta escritor de la vida que se sentó a la mesa del barcito del barrio para brindar con nosotros y comer una deliciosa milanesa de pobre.
Ir a comer una y otra vez al chadopiff del tano Ricky y sus milangas baratísimas y riquísimas se hizo una costumbre de aquellas jornadas en que la soledad es compañera. Ni son tantas ni son pocas, son las que existen en la vida de cada uno aunque a veces estemos rodeados. Encontré otro diferente espacio donde discutir con otros trabajadores, esos que se levantan a las 4.30 de la madrugada y se detienen a almorzar porque deben continuar hasta las seis o siete de la tarde. Esos, los obreros de verdad. El tano Ricky, cincuentón y pico, pinta de laburante de abajo, aspecto descuidado, barba de días, gorrita, ropa erosionada; atrae a los trabajadores, dialóga, hace chistes, pero no discute, deja preguntas que interpelan y en su esencia cuestionan. Ese método particular me llamó la atención y aunque utilizara palabras y gestos sencillos en el trato, percibí que había una deliberada actuación que ocultaba algo más que un laburante cocinero de milangas. Indagué suavemente como para no romper los moldes. Poco y nada. El tiempo fue pasando. Cambié la estrategia y dedique las palabras a generar discusiones con los comensales. Obreros de vino tinto y cerveza a mediodia con las opiniones mas dispares y disparatadas que acuna nuestra sociedad. Los ánimos se caldean siempre. No falta el conservador, el que putea a todo, el que desea la vuelta de los milicos, el que dice que los derechos humanos son una mierda, el por algo habrá sido, el que dice que hay laburo pero que nos explotan igual, el que dice que al menos sus pibes van a la escuela pero el se mata laburando, trabajadores bien de barrio, bien de abajo y un abanico amplio de posturas que van cambiando o no, según el meollo de la cuestión. El tano Ricky se percató de la nueva estrategia de este provocateur y entró en confianza asociándose a las dagas de la conciencia sin revelar el acuerdo clandestino que surgió desde el silencio jamás revelado. Ya no era el mismo, ni yo tampoco. Gestos y miradas con el Ricky son suficientes para desencadenar nuevos debates entre los de las mesas, de la barra o los parados. El arte de la discusión me apasiona y dejo una parte de mí en los enardecidos intercambios.
Hasta que cierto día estando sólos y cambiando figuritas de ideas y pensamientos me dijo: "Sí, como dice en 'Puerca Tierra'".Lo corté, no pude contenerme y le espeté un violento: ¿Cómo?, ¿Vos leés a Berger? y sonriéndo cómplicemente me responde, podemos hablar de sus obras o de los Hermanos Karamazov o de (...) Reímos.
Había que tener paciencia, estaba oculto detrás del personaje y surgió el verdadero de la mano de John Berger, ese contemporáneo magistral y autodidacta escritor de la vida que se sentó a la mesa del barcito del barrio para brindar con nosotros y comer una deliciosa milanesa de pobre.
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