de Miguel Ángel Francisco
Nota editorial, por Marcelo
Cafiso
Un querido amigo y
compañero, Rodolfo, conocido como Bordolino, se acercó cierta vez al Bohío y
entre mate y mate me contó que un contacto en las nuevas tierras que lo
cobijarían de aquí en más, había escrito una novela que estaba “buenísima” y
que tenía que leerla, que me iba a encantar y que había que hacer lo imposible
por editarla. La confianza en el otro nos hace abrir las puertas del poco
tiempo que disponemos para otras lecturas. A los meses la leí y quedamos
mediante nuestro contacto en común encontrarnos con el autor en los pagos de la editorial. Viajaron
desde la localidad de Bolívar para conocernos en persona, dialogar y acordar
las posibilidades de publicarla. Miguel, el autor, vino con su compañera, uno
de sus hijos y el amigo en común. Tras una buena mateada no pude menos que
ofrecerles un almuerzo pero todo estaba escaso de provisiones y terminamos
comiendo unas riquísimas milanesas en lo del Ricky Berger aquí a la vuelta. (Lo
del Ricky -Ricardo- Berger es porque alguna vez entre milanesa y cerveza
intercambiamos sobre John Berger a quien él leía luego de regresar a su casa
con el aroma a aceite quemado de las milangas para el barrio). En ese viejo
bar, cuasi oculto, de barrio, las sillas desvencijadas crujieron para terminar
de sellar nuestro acuerdo e intentar publicarlo cuando los vientos soplaran
para nuestro lado. Y así en un encuentro de coincidencias en ideas y luchas
cotidianas nos lanzamos a la hermosa aventura de editar esta obra por la cual
estamos agradecidos que el autor comparta con la editorial y de esta manera
darla a conocer a nuestros lectores.
Vamos a la obra.
Hay una vasta
literatura sobre Malvinas y más profusa aún en los últimos tiempos ya que se
ha recordado especialmente el 30 aniversario de aquel fatídico desembarco.
En
el análisis de las obras publicadas los críticos literarios han difundido la
tesis de que solamente hay dos únicas formas posibles de realizar un relato
sobre Malvinas.
Ellas son: el
realismo o la ciencia ficción.
Gud Bay Foklan
profana esta sentencia desde la creatividad y el ingenio exhibiendo una tercera
forma.
¿Quién
dijo que todo está establecido?
Tomemos una frase de
uno de los personajes, el Pollo Bertuchi, para adentrarnos en esta otra forma
de literatura sobre Malvinas.
“soñé que venían esos hijos de puta
de los ingleses y nos hacían mierda”
Relata un sueño en medio de una realidad. Un sueño que
nosotros lectores sabemos que fue “la realidad” del tema que se desarrolla pero
que no es “la realidad” del personaje que lo sueña.
Gud Bay Foklan, es una novela surrealista que en su
recorrido tiene cierta linealidad y donde lo onírico y lo simbólico son plato
cotidiano al deglutirla.
En el segundo Manifiesto del Surrealismo decía André
Bretón: “Todo conduce a creer que existe un cierto punto del
espíritu donde la vida y la muerte, lo real y lo imaginario, el pasado y el
futuro, lo comunicable y lo incomunicable, lo alto y lo bajo dejan de ser
percibidos contradictoriamente”.
¿Por qué recordar esta declaración de Bretón en esta
modesta previa a comenzar a leer la novela?
Porque la lectura de una obra surrealista necesita de un
espíritu especial y además en este caso particular tratándose de un tema tan
cercano o “tan caro”, a los argentinos, nos debe preceder un estado especial de
entrega a una obra con características nunca antes leídas en la literatura
sobre Malvinas.
Como bien lo explica Pierre -Jean Jouve en “Vagadu”: “la
lectura de obras surrealistas requiere una inclinación especial del espíritu, y
el lector deberá renunciar a comprender claramente en el primer momento,
debiendo atender a las cosas variadas, pero insistentes, que pasan ante sus
ojos”.
En Gud Bay Foklan lo lógico y lo
mágico navegan por sus páginas porque todos sus caminos están abiertos a los
anhelos del hombre.
Desarrollo de la obra.
En la voz del Pollo
Bertuchi, cabo de infantería de marina, surge el relato desde abajo, desde lo
más directo y sencillo que un soldado argentino puede hacer desde Puerto
Argentino en las Islas Malvinas.
Con su inseparable
amigo, también de armas, el Chino Lugüercio, hacen pata ancha, como se dice,
con su condición de soldados argentinos y lo portan con orgullo, al decir de
su propia boca:
“estábamos vestidos de gala,
luciendo nuestros impecables uniformes de infantería de marina”.
Tienen algunas cosas claras, como todos, y otras, a la
vez, llanas y confusas, como muchos, gracias al sistema educativo (o su
ausencia) y las bajadas de línea a través de todos los medios disponibles en la
sociedad nuestra de “educar al soberano”. El resultado de los claroscuros lo
expresan claramente, sin atisbos de dudas, en un diálogo con el médico de las
Islas: “Mire doctor, para poner las cosas en claro, nosotros no
somos ni fachos ni bolches como usted dice. Nosotros somos patriotas”.
Y así esgrimiendo ese concepto de arrastre desde la época
del Cabildo Abierto pasando por las películas del norte brutal que ensalza la
figura de los “patriots” en defensa de una bandera, sin importar si se
defiende a la misma clase que oprime a quien ponga el cuerpo como escudo, es
que estos dos muchachos, jóvenes, de no más de diecinueve años nos transmiten
lo que va sucediendo en las Islas Malvinas y en el resto del continente. En sus
diálogos nos transfieren eso que tantos argentinos, seguramente en su fuero
interior anque algunos exteriorizándolo, han sentido, vivido y esgrimido
tantas veces en el día a día, en la calle, en el almacén, en la cancha de
fútbol, en el bar, en la escuela o en la universidad, un sentir nacional
totalmente diferente del amor a la tierra, a la vida, al prójimo, al que
comparte el pan con el otro, tan diferente que está más cercano a un amor al
estilo del histórico lamebotas Napoleónico de Chauvin.
Sin rodeos, la novela escrita por Miguel, profesor de
filosofía de la ciudad de Bolívar, en la provincia de Buenos Aires, empieza
así:
“Llegamos a las islas para quedarnos y así lo hicimos.
Jamás en la historia fuimos derrotados en una guerra ¿por qué íbamos a perder
ésta?”.
Nuestros dos soldados
no tienen dudas si, luego de retener las islas para patrimonio nacional
argentino, hay que abandonarlas o quedarse en esas desoladas y congeladas
tierras:
“Yo me quedo, mirá si a estos hijos
de puta de los ingleses se les da por volver”.
Si buscamos el por qué de quedarse lo hallamos en esa
imagen que les imprimieron en los sueños los dueños de siempre a los soñadores
del otro siempre.
“Conquistamos la soberanía –al otro
día que los ingleses se rajaran con la cola entre las patas–, aterrizó en las
Islas con un ministro de economía, un cura católico que nos bendijo mandando al
quinto infierno a todos los protestantes y una comitiva de empresarios que
prometieron desarrollar importantes proyectos productivos...De todos los
proyectos, el único que prosperó fue el prostíbulo Maracaibo, del Tano Lioca,
con cinco paraguayitas que no dieron abasto los dos primeros años.”
El humor es parte
esencial en este relato, tan permanente que a veces la risa nos atraganta con
situaciones incómodas, hasta el punto que nos genera arcadas de tanto humor
ácido, ironía y acalorados hechos a través de un ser nacional perfectamente
pintado en el muro de los diálogos de esta nueva trinchera literaria.
Los senderos se
bifurcan, bajo el mismo frío sin perder la ráfaga de aire helado, en el
transcurso del relato y nos encontramos con una rica y atractiva variante de
sucesos que nos atrapan con la expectativa de la ansiedad de voltear
rápidamente la siguiente página y saber qué sucederá.
Algunos ejemplos al
paso.
El pensamiento
estrecho y recalcitrante de un sector religioso a través del cura Pereyra, que
en cierto momento de delirio se dedica a bautizar ovejas cimarronas, se expresa
así ante el amotinamiento de un grupo de soldados: “…los
subversivos, había que hacerlos bosta…debí haberlos fusilado sin miramientos
por comunistas apátridas hijos de puta”.
O
el mar entero se congela y une a todo el continente por el cual se puede manejar una 4 x 4
hasta que regrese el sol...
Un monstruo como el
del Nahuel Huapi les hace compañía.
O un supuesto
chupacabras que deja un tendal de ovejas muertas en los campos de las Malvinas.
El querido amigo del
hombre, un Saryen Pepper que cambia de un día para el otro y pasa a ser un “Perro boludo, mirá el cagazo que nos pegó”
Quien diría que el bautismo de fuego con una fuerza
extranjera en las islas sería algo así:
¡Vamos, carajo! ¡Con los argentinos
no se jode!
–Resistir, y si es necesario, dejar
la vida por la patria. ¿Para qué estamos acá, sino?
No había alternativas. Las únicas
defensas argentinas de las islas éramos nosotros. Y me dio bronca. Digo la verdad. No porque fuera
a morir si era necesario como bien lo había planteado el Chino. Me daba bronca
tal como estaban las cosas. ¿Es que a nadie en nuestro país le importaba un
carajo? ¿Que cuando hay que defender algo importante siempre quedan dos?
Me puse a saltar en la colina, de
cara al buque que estaba completando el giro. Con una mano sacudía el casco y
con la otra me agarraba las bolas para que los ponjas se calentaran.”
Y como todo grupo humano, aunque sean solo dos, no están
exentos de lo que nos afecta en las relaciones humanas, y surge en el relato
aquello que nos preguntamos en ciertos momentos de nuestra vida al desatarse el
conflicto con el otro. ¿Qué nos sucede cuando estamos solos en picada y nos
encontramos con nosotros mismos y nuestras desventuras, cuando nuestras
miserias flotan en el agua gélida que se congela al punto de convertirse en un
espejo que nos devuelve nuestra asquerosa imagen de necios y rapaces seres de
naturaleza humana?
No faltan las frases que seguramente hemos oído en
nuestra cotidianeidad, “Estos son peores que los Ingleses”, “Estos hijos de
putas son comunistas”.
Y
aparecerán personajes que nos hará preguntarnos ¿wtf? o por ejemplo,
¿Qué hace un Vladimir
Ilich arribando a las Islas y dejando su pensamiento de esperanza navegante
jamás hundida entre los seres humanos de justas ideas?
¿Un Acorazado
Potenkim II en las Malvinas?
Y así un sinfín de
historias que nos acerca esta nueva forma de narrar “Malvinas”.
Esto pudo haber
sucedido y tal vez las reacciones que descubramos en la narración nos
recordarán a ciertos sectores de la sociedad argentina frente a semejante
realidad.
Se hacen falacias de
la historia pero está en nosotros, sujetos de transformación de nuestro tiempo,
el cambiarla, el torcerla o retorcerla para lograr en nuestra historia, hoy y
mañana, una vida más feliz y justa para todos, para todos los que no oprimen.
Una novela
surrealista que es un germen de insurgencia, de los más importantes, el de la
conciencia sobre lo que realmente somos y la historia que escribimos
cotidianamente.
Desde el Bohío, 25 de mayo 2013
Marcelo Cafiso
Editor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario