VIII
Caricias de suave viento,
qué importa el paso del tiempo
cuando tiene agua el arroyo!
No duele cardo ni abrojo,
sintiendo el sol y la luna.
Penas muchas y ninguna
puede apagar tanto fuego.
Apasionado me entrego
y como un niño me arrojo
a los sueños sin despojo.
Mujer de aroma sin copia,
tienes mi vida, y la propia
canción de tu corazón
resuena en el cuerpo herido
de este espíritu aguerrido,
que aún busca amor y razón.
* * *
(De Poemas sin prisa,
desde los suburbios
del corazón)
sábado, 29 de octubre de 2011
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