domingo, 1 de mayo de 2011

Lo que son los yerbales. Nota editorial

Nota editorial al libro "Lo que son los yerbales" de Rafael Barret por Edit.Nuestra América en mayo de 2011.



“Serán sus crónicas políticas los textos que aún conservan vigencia. Sobre todo lo que son los yerbales, trabajo que la crítica más actualizada considera antecedente del Horacio Quiroga misionero, así como del Río oscuro de Alfredo Varela.

David Viñas







“Pluma mía no tiembles, clávate hasta el mango”. Rafael Barrett, enérgico, se dirige a su pluma, a su conciencia, al mundo denostando la codicia de los hombres. No relata lo más horrendo sino lo habitual, no espera justicia alguna por parte del Estado y denuncia a los de arriba porque son ellos los asesinos.



En “Lo que son los yerbales”, Barrett escribe al mundo para que sepa que además del Congo también la codicia abraza las propias tierras que se dedican a hablar de la miseria de otros países, refiriéndose y criticando al propio Paraguay.

Dirige sus flechas-ideas a las empresas en concreto y no a una crítica a la sociedad sin nombres ni apellidos, ni responsables, apunta a la Matte Larangeira y la Industrial quienes en ese momento eran las encargadas de la explotación.

Explica el mecanismo de esclavitud con tal profundidad que lo hace desde la esencia del mismo convirtiendo su definición en un documento sin fecha de vencimiento. No es tan diferente el objetivo y la consecuencia de esa explotación en los yerbales mediante una vida empeñada a la situación de cien años después a través de los préstamos bancarios, la compra a crédito, la entrega del ser humano al sistema económico capitalista. El estado avala, ayer y hoy, esta esclavitud y “si un peón saca de su cerebro enfermo un resto de independencia y su cuerpo dolorido energía, sólo se va a encontrar con un juez, un industrial o el Estado que sostiene ese sistema de explotación”.



Si el análisis general que hace de la explotación no nos basta, se adentra en los detalles, en lo particular de cada etapa, para darnos detalles estremecedores de lo diario, de lo común, de lo que viven todos los días esos seres condenados a morir como animales al intentar sobrevivir como personas.



En el trabajo del arreo, en los yerbales, la carne es provista por Paraguay, Argentina, Brasil, y se refiere a la carne humana “…y son tan desdichados que ni siquiera se espantan de su propia agonía”.

El anticipo que dan a los nuevos esclavos es la estafa antes del contrato, es la previa de la esclavitud. “El anticipo es la gloria de los alcahuetes de la avaricia millonaria”. Nadie está exento, en los gomales bolivianos y brasileños, en los ingenios del Perú y en las chicas del centro de Europa arreadas para putas en Buenos Aires con promesas de gloria, es decir, con certificado de defunción y entierro incluido. Se los conduce como ganado rumbo a la muerte segura, al trabajo en los yerbales, solo quedan unos pocos niños en los pueblos aguardando a que crezcan, y al llegar a adolescentes, serán el reemplazo de los jóvenes hombres viejos.



El yugo en la selva



El producto del sufrimiento en la selva permite que en Asunción, Río o Buenos Aires paseen por las calles los “negreros enlevitados”. Cuál es la diferencia con los señores burgueses que hoy andan en sus autos lujosos con vidrios polarizados, que van al teatro, al cine, comen en Puerto Madero, y parlotean en la televisión sobre la inseguridad, cuando son ellos los nuevos negreros enlevitados de los nuevos yerbales de cemento que producen las grietas más profundas en una sociedad que rebasa injusticia y desigualdad.

El esclavo en la selva, el esclavo en la ciudad, creyéndose libre con catorce o dieciséis horas de entrega entre trabajo y viaje para llegar al trabajo y luego volver, horas y horas de yugo que hacen del hombre, del peón yerbatero, del peón de ciudad, un animal golpeado y débil mental al final de la jornada, y de la vida.

Nos cuenta Barrett que tanto la comida y el vestido lo compran a la empresa, su deuda será impagable, los precios son dos o tres veces más onerosos. Comen Yopará, “maíz, poroto, carne vieja y grasa” todo el tiempo, este alimento mataría un bravío toro. Duermen bajo toldos. “El esclavo no duerme, agita sus pobres huesos sobre el ramaje sórdido que le sirve de cama y agita las esperanzas locas de su cerebro dolorido”. Alcohol y sífilis, garrapatas, víboras, cuis, alacranes dan el marco de una campo de exterminio de una generación en solo quince años. Estas generaciones de esclavos “duran poco pero los negreros se conservan bien”.

Es a los de arriba a quienes denuncia, acusa y llama asesinos. Ver pasear a los industriales, a los dueños del poder con sus cuerpos cuidados frente a la miseria humana de los obreros, a la pobreza del lenguaje contra las excéntricas palabras de los intelectuales serviles al opresor, hasta los vehículos sofisticados frente a los trenes y colectivos que acarrean día a día a los nuevos animales, es un insulto a la dignidad humana.

El análisis económico de los yerbales arroja como resultado que sencillamente es, una vez más, un robo para beneficiar a los dueños de las empresas. El industrial cotiza en bolsa, el obrero va a parar a la bolsa o en el mejor de los casos termina sepultado por las hojas y ramajes del monte volviendo al hábitat de donde surgió sin haber vivido más que como esclavo.



Con datos concretos, económicos y sociales, nos detalla la realidad del obrero. No es la mera denuncia. Es la demostración irrebatible con elementos de la realidad que demuestra la primacía de la economía y la explotación de siempre en beneficio del incremento de capital de los más poderosos.

Barrett desenfunda sus reflexiones y su dolor ante las bofetadas a la humanidad de los trabajadores hasta llegar al punto de exclamar: “Tu no eres ¡ay!, un criminal, no eres más que un obrero”.



Aquí el espíritu libre, indoblegable, audaz, fuerte, lúcido, aguerrido y revolucionario del fundador de la nueva literatura paraguaya.



Las palabras de su compañera, Francisca López Maiz de Barrett expresadas en junio de 1961, transmiten un profundo sentimiento de esperanza y nos reflejan el espíritu de quienes lo conocieron: “Rafael Barrett vive en el corazón de los que comprenden, de los que luchan para salvar al hombre, para que una aurora radiante de felicidad borre las penas humanas”.



Incansable regresa, Rafael Barrett, un luchador social, asestando a los de arriba con su látigo: una pluma cargada de tinta de ideas de justicia y libertad.



Desde el Bohío, en algún

lugar de Buenos Aires.

1º de Mayo de 2011
por Marcelo Cafiso

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