viernes, 2 de abril de 2010
¿Qué hacer? de V.I.Lenin. Nota editorial, a la edición de Nuestra América Editorial
Nota editorial, a la edición del ¿Qué hacer? de V.I.Lenin publicado por Nuestra América.Reedición 2010
Aquel joven muchacho nacido en abril de 1870, a quién cariñosamente llamaban Volodia, era un ávido lector de lo mejor de la literatura y de los ensayos políticos de escritores de su tierra.
Volodia, sobrenombre de Vladimir Ilich Ulianov, leía a los maestros rusos, Pushkin, Lermonov, Gogol, Turgueniev, Nekrasov, Saltikov-Schedrin, Tolstoi, así como también a demócratas revolucionarios como Belinski, Herzen o Dobroliubov entre otros.
Pero el autor que más le había impactado por aquellos años de juventud fue Nikolai Chernishevski y particularmente su novela ¿Qué Hacer?
Quizá sea una ironía, o tal vez no.
Aquella novela y este libro tienen algo en común.
Chernishevski era un hombre de ciencia y formaba parte de una lista de enemigos y autores prohibidos por la autocracia zarista. La admiración que tenía Volodia por Chernishevski se basaba en que éste sabía educar a través de sus artículos a los revolucionarios en los tiempos en que la censura era moneda corriente bajo este régimen de opresión.
Las ideas y concepciones de Vladimir Ilich surgen bajo el manto familiar. Su hermano mayor, Alejandro (Sasha), influye notablemente en él. Volodia comenzó a estudiar marxismo gracias a su hermano, quién dedicó su vida a la lucha revolucionaria. En 1887 el zarismo acabó con la vida de Sasha; esto marcó profundamente al joven Ulianov, quién comenzó a estudiar las ciencias sociales con el afán de formarse para aportar en la lucha por la emancipación de la clase trabajadora.
A los diecisiete años, participando activamente del movimiento estudiantil, fue desterrado a Kazan bajo control de la policía. Luego de esto se vinculó a Fedosiev, uno de los primeros marxistas rusos, y emprendió el estudio profundo de Marx. Mientras tanto, Plejanov se encargaba de traducir y enviar a través del grupo de “Emancipación del Trabajo” las obras de Marx y Engels a Rusia. De estas traducciones se nutría el hermano del último llamado “terrorista” Sasha Ulianov, según catalogaba el Zarismo a estos jóvenes luchadores.
Vladimir ilich, al no poder estudiar en su tierra por impedimento de la policía, lo hace externamente y en un año y medio rinde por la libre el programa completo de los cuatro cursos de la Universidad de San Petesburgo, dando exitosamente los finales en el año 1891. Nace un abogado odiado por el Zarismo.
En esos tiempos, las tendencias revolucionarias y, sobre todo, las de los estudiantes, marchaban bajo la bandera del populismo. Este movimiento consideraba que los protagonistas de la historia no eran los obreros sino los campesinos. La fuerza revolucionaria para el cambio no podía ser la clase obrera, sería la campesina. Por lo tanto era obligatorio que los intelectuales se fueran al campo. “Se campesinaran”, podríamos decir, así como ayer se decía “hay que proletarizarse”.
En caso de necesidad, la pequeña hacienda campesina lucharía contra el capitalismo. Esa sería la lucha. La respuesta del campesinado a las propuestas de los populistas fue ¡Ni!
La organización de los populistas, llamada “Voluntad del Pueblo” fue aplastada por el gobierno zarista. Los populistas de los años 70 luchaban activamente contra el gobierno, por eso el zarismo los perseguía, pero en los 90 conciliaban. ¿Desarrollo de la conciencia populista? Bueno, si no puedes contra el gobierno ¡Únetele!, parecían haber proclamado, y terminaron al servicio del Zar. En caso de que existiera alguna duda de su cambio radical comenzaron a llamarse populistas liberales.
Nuestro joven amigo Ulianov respetaba a los viejos populistas que había luchado en los 70, recordemos que leía a muchos de ellos. El autor de la novela ¿Qué Hacer? fue uno de los fundadores, junto a Herzen, y aunque los criticaba por sus formulaciones teóricas, tenía el respeto que todo revolucionario debe tener hacia otro compañero. Pero con los liberales no podía conciliar demasiado y llegó a discutir sus posiciones públicamente en un discurso que dio en la localidad de Samara, donde vivía.
Como Vladimir Ilich Ulianov no concebía la idea de los populistas de, “pasar a la forma superior, el comunismo, salteando el capitalismo, y haciéndolo a través de las comunidades campesinas”, organizó el primer círculo marxista de estudio de las obras de Marx y Engels. Desarrolló una tarea importantísima acercándose a los campesinos e intercambiando y estudiando sobre el desarrollo económico en el campo. A raíz de esta labor surge un artículo titulado “Nuevos cambios económicos en la vida campesina”, un trabajo científico donde demostraba claramente cómo la agricultura rusa había sido penetrada por el capitalismo y cómo se habían formado las estructuras diferentes del campesinado en pobres, medios y burgueses rurales.
En el año 1893 viaja a San Petesburgo, uno de los centros más importantes del movimiento obrero, donde se establece como dirigente y desarrolla una lucha de ideas para la conformación del partido obrero. El principal problema: los populistas liberales. Comenzaron a arrojar todo tipo de desechos contra el marxismo, en diarios y revistas, y particularmente contra este imberbe joven marxista que proponía un partido de obreros. Para hacerlo se declaraban “amigos del pueblo.” El blasfemado muchacho marxista responde en 1894 con un artículo que titula “Quienes son los amigos del pueblo y cómo luchan contra los socialdemócratas” Por falta de recursos, éste libro pasa de mano en mano con el nombre de Cuadernos amarillos. Estos cuadernos significaron un antes y un después en la etapa de la lucha y la victoria revolucionaria con la unión de obreros y campesinos bajo un mismo partido único. La labor se desarrolló de aquí en más en este sentido. Desde la formación de cuadros a través de círculos obreros de estudio, pasando por folletos y artículos publicados en cualquier papel. Se conformó la “Unión de lucha por la emancipación de la clase obrera”, quién representó un papel fundamental como embrión de lo que sería el Partido Revolucionario.
Volodia es detenido durante catorce meses. Aguardando la condena, y aprovechando el tiempo, escribe y estudia en la cárcel. Clandestinamente escribe sobre diarios y revistas para no ser descubierto y utilizando como tinteros las migas de pan, y como tinta, la leche. Los escritos no eran hallados por los guardias, pues eran invisibles y sólo al calentar el papel podían ser leídos. Cierta vez, en una de sus cartas, confiesa haberse tragado catorce tinteros en un solo día por la insistencia de los guardias para ver que hacía en su celda. Así fue como Vladimir Ilich continuaba escribiendo y enviando al exterior de su confinada vida, tantas cartas desde el presidio. En estas condiciones comenzó a escribir “El desarrollo del capitalismo en Rusia” y lo concluiría en su próximo alojamiento indeseable. Le comunican su sentencia. Nada más ni nada menos que tres años de destierro a Siberia Oriental.
Bajo libertad condicionada a no permanecer en ninguna capital de Rusia, sale en 1900 de la Siberia. Violando esta norma, es detenido nuevamente y liberado, por lo que decide viajar al extranjero y, desde allí, continuar la lucha. En Alemania se establece con su mujer y su suegra, en la ciudad de Munich.
Se une a otros compañeros de lucha, y crea el primer periódico revolucionario para toda Rusia bajo el nombre de La Chispa (Iskera). Entusiasmado con este nuevo comienzo, Ulianov escribe en una carta: “todos nuestros jugos vitales deben nutrir la criatura que se dispone a nacer.” Y en el epígrafe del periódico figurará:”De la chispa saldrá la llama.”
En este periódico escribía Plejanov, quién había tomado su seudónimo Volguin con el cual firmaba, del río ruso Volga. Parece ser que al igual que Plejanov, nuestro joven Volodia, Vladimir Ilich Ulianov, recordando aquel río caudaloso que conoció durante su estancia en la Siberia, elaboró su seudónimo. El río se llamaba Lena y a partir de ese momento para la Historia Universal él se llamaría Lenin.
El primer libro que firma de esa manera es ¿Qué hacer? Un libro que sin lugar a dudas fue y es, algo masque una chispa, pues da forma a las ideas expuestas en el periódico y las desarrolla dejando un claro basamento de cómo organizar el partido marxista. Un partido revolucionario, combativo, obrero, como no había existido hasta ese momento en la Historia.
Una organización donde prima el principio de la unidad, unión de voluntades, unidad de clase. Un libro que despertó y movilizó a muchos desde el desarrollo de su tesis central, la primacía de lo político hasta la lucha contra los economicistas.
Lenin dejó por escrito la base, el núcleo teórico de la organización que luego devendría en el partido Bolchevique ruso, en las insurrecciones, en la Revolución Rusa.
¿Qué hacer? es, en definitiva, un clásico, pero un clásico tan vigente, tan actual, que era necesario volver a ponerlo en manos de los lectores de Nuestra América.
¿Por qué? Porque los populistas liberales de estos tiempos resucitan las propuestas de sus ancestros.
Porque hoy la confusión y la división sigue reinando en el seno de los pueblos, manteniéndolos en estado de pasividad frente a la opresión que se encarga todos los días de acabar con vidas humanas.
Y entonces la vigencia del pregunta ¿qué hacer? conduce a mirar la historia para analizar mejor el hoy, cambiar el presente y, con dignidad, avanzar hacia un mañana social distinto.
Aquí están estas páginas escritas no como manual sino como guía para la acción actual.
(Escrito en Buenos Aires, en el mes de marzo de 2004 en ocasión de la primera edición)
Marcelo Cafiso
Nota editorial, a la edición del ¿Qué hacer? de V.I.Lenin publicado por Nuestra América.Reedición 2010
Aquel joven muchacho nacido en abril de 1870, a quién cariñosamente llamaban Volodia, era un ávido lector de lo mejor de la literatura y de los ensayos políticos de escritores de su tierra.
Volodia, sobrenombre de Vladimir Ilich Ulianov, leía a los maestros rusos, Pushkin, Lermonov, Gogol, Turgueniev, Nekrasov, Saltikov-Schedrin, Tolstoi, así como también a demócratas revolucionarios como Belinski, Herzen o Dobroliubov entre otros.
Pero el autor que más le había impactado por aquellos años de juventud fue Nikolai Chernishevski y particularmente su novela ¿Qué Hacer?
Quizá sea una ironía, o tal vez no.
Aquella novela y este libro tienen algo en común.
Chernishevski era un hombre de ciencia y formaba parte de una lista de enemigos y autores prohibidos por la autocracia zarista. La admiración que tenía Volodia por Chernishevski se basaba en que éste sabía educar a través de sus artículos a los revolucionarios en los tiempos en que la censura era moneda corriente bajo este régimen de opresión.
Las ideas y concepciones de Vladimir Ilich surgen bajo el manto familiar. Su hermano mayor, Alejandro (Sasha), influye notablemente en él. Volodia comenzó a estudiar marxismo gracias a su hermano, quién dedicó su vida a la lucha revolucionaria. En 1887 el zarismo acabó con la vida de Sasha; esto marcó profundamente al joven Ulianov, quién comenzó a estudiar las ciencias sociales con el afán de formarse para aportar en la lucha por la emancipación de la clase trabajadora.
A los diecisiete años, participando activamente del movimiento estudiantil, fue desterrado a Kazan bajo control de la policía. Luego de esto se vinculó a Fedosiev, uno de los primeros marxistas rusos, y emprendió el estudio profundo de Marx. Mientras tanto, Plejanov se encargaba de traducir y enviar a través del grupo de “Emancipación del Trabajo” las obras de Marx y Engels a Rusia. De estas traducciones se nutría el hermano del último llamado “terrorista” Sasha Ulianov, según catalogaba el Zarismo a estos jóvenes luchadores.
Vladimir ilich, al no poder estudiar en su tierra por impedimento de la policía, lo hace externamente y en un año y medio rinde por la libre el programa completo de los cuatro cursos de la Universidad de San Petesburgo, dando exitosamente los finales en el año 1891. Nace un abogado odiado por el Zarismo.
En esos tiempos, las tendencias revolucionarias y, sobre todo, las de los estudiantes, marchaban bajo la bandera del populismo. Este movimiento consideraba que los protagonistas de la historia no eran los obreros sino los campesinos. La fuerza revolucionaria para el cambio no podía ser la clase obrera, sería la campesina. Por lo tanto era obligatorio que los intelectuales se fueran al campo. “Se campesinaran”, podríamos decir, así como ayer se decía “hay que proletarizarse”.
En caso de necesidad, la pequeña hacienda campesina lucharía contra el capitalismo. Esa sería la lucha. La respuesta del campesinado a las propuestas de los populistas fue ¡Ni!
La organización de los populistas, llamada “Voluntad del Pueblo” fue aplastada por el gobierno zarista. Los populistas de los años 70 luchaban activamente contra el gobierno, por eso el zarismo los perseguía, pero en los 90 conciliaban. ¿Desarrollo de la conciencia populista? Bueno, si no puedes contra el gobierno ¡Únetele!, parecían haber proclamado, y terminaron al servicio del Zar. En caso de que existiera alguna duda de su cambio radical comenzaron a llamarse populistas liberales.
Nuestro joven amigo Ulianov respetaba a los viejos populistas que había luchado en los 70, recordemos que leía a muchos de ellos. El autor de la novela ¿Qué Hacer? fue uno de los fundadores, junto a Herzen, y aunque los criticaba por sus formulaciones teóricas, tenía el respeto que todo revolucionario debe tener hacia otro compañero. Pero con los liberales no podía conciliar demasiado y llegó a discutir sus posiciones públicamente en un discurso que dio en la localidad de Samara, donde vivía.
Como Vladimir Ilich Ulianov no concebía la idea de los populistas de, “pasar a la forma superior, el comunismo, salteando el capitalismo, y haciéndolo a través de las comunidades campesinas”, organizó el primer círculo marxista de estudio de las obras de Marx y Engels. Desarrolló una tarea importantísima acercándose a los campesinos e intercambiando y estudiando sobre el desarrollo económico en el campo. A raíz de esta labor surge un artículo titulado “Nuevos cambios económicos en la vida campesina”, un trabajo científico donde demostraba claramente cómo la agricultura rusa había sido penetrada por el capitalismo y cómo se habían formado las estructuras diferentes del campesinado en pobres, medios y burgueses rurales.
En el año 1893 viaja a San Petesburgo, uno de los centros más importantes del movimiento obrero, donde se establece como dirigente y desarrolla una lucha de ideas para la conformación del partido obrero. El principal problema: los populistas liberales. Comenzaron a arrojar todo tipo de desechos contra el marxismo, en diarios y revistas, y particularmente contra este imberbe joven marxista que proponía un partido de obreros. Para hacerlo se declaraban “amigos del pueblo.” El blasfemado muchacho marxista responde en 1894 con un artículo que titula “Quienes son los amigos del pueblo y cómo luchan contra los socialdemócratas” Por falta de recursos, éste libro pasa de mano en mano con el nombre de Cuadernos amarillos. Estos cuadernos significaron un antes y un después en la etapa de la lucha y la victoria revolucionaria con la unión de obreros y campesinos bajo un mismo partido único. La labor se desarrolló de aquí en más en este sentido. Desde la formación de cuadros a través de círculos obreros de estudio, pasando por folletos y artículos publicados en cualquier papel. Se conformó la “Unión de lucha por la emancipación de la clase obrera”, quién representó un papel fundamental como embrión de lo que sería el Partido Revolucionario.
Volodia es detenido durante catorce meses. Aguardando la condena, y aprovechando el tiempo, escribe y estudia en la cárcel. Clandestinamente escribe sobre diarios y revistas para no ser descubierto y utilizando como tinteros las migas de pan, y como tinta, la leche. Los escritos no eran hallados por los guardias, pues eran invisibles y sólo al calentar el papel podían ser leídos. Cierta vez, en una de sus cartas, confiesa haberse tragado catorce tinteros en un solo día por la insistencia de los guardias para ver que hacía en su celda. Así fue como Vladimir Ilich continuaba escribiendo y enviando al exterior de su confinada vida, tantas cartas desde el presidio. En estas condiciones comenzó a escribir “El desarrollo del capitalismo en Rusia” y lo concluiría en su próximo alojamiento indeseable. Le comunican su sentencia. Nada más ni nada menos que tres años de destierro a Siberia Oriental.
Bajo libertad condicionada a no permanecer en ninguna capital de Rusia, sale en 1900 de la Siberia. Violando esta norma, es detenido nuevamente y liberado, por lo que decide viajar al extranjero y, desde allí, continuar la lucha. En Alemania se establece con su mujer y su suegra, en la ciudad de Munich.
Se une a otros compañeros de lucha, y crea el primer periódico revolucionario para toda Rusia bajo el nombre de La Chispa (Iskera). Entusiasmado con este nuevo comienzo, Ulianov escribe en una carta: “todos nuestros jugos vitales deben nutrir la criatura que se dispone a nacer.” Y en el epígrafe del periódico figurará:”De la chispa saldrá la llama.”
En este periódico escribía Plejanov, quién había tomado su seudónimo Volguin con el cual firmaba, del río ruso Volga. Parece ser que al igual que Plejanov, nuestro joven Volodia, Vladimir Ilich Ulianov, recordando aquel río caudaloso que conoció durante su estancia en la Siberia, elaboró su seudónimo. El río se llamaba Lena y a partir de ese momento para la Historia Universal él se llamaría Lenin.
El primer libro que firma de esa manera es ¿Qué hacer? Un libro que sin lugar a dudas fue y es, algo masque una chispa, pues da forma a las ideas expuestas en el periódico y las desarrolla dejando un claro basamento de cómo organizar el partido marxista. Un partido revolucionario, combativo, obrero, como no había existido hasta ese momento en la Historia.
Una organización donde prima el principio de la unidad, unión de voluntades, unidad de clase. Un libro que despertó y movilizó a muchos desde el desarrollo de su tesis central, la primacía de lo político hasta la lucha contra los economicistas.
Lenin dejó por escrito la base, el núcleo teórico de la organización que luego devendría en el partido Bolchevique ruso, en las insurrecciones, en la Revolución Rusa.
¿Qué hacer? es, en definitiva, un clásico, pero un clásico tan vigente, tan actual, que era necesario volver a ponerlo en manos de los lectores de Nuestra América.
¿Por qué? Porque los populistas liberales de estos tiempos resucitan las propuestas de sus ancestros.
Porque hoy la confusión y la división sigue reinando en el seno de los pueblos, manteniéndolos en estado de pasividad frente a la opresión que se encarga todos los días de acabar con vidas humanas.
Y entonces la vigencia del pregunta ¿qué hacer? conduce a mirar la historia para analizar mejor el hoy, cambiar el presente y, con dignidad, avanzar hacia un mañana social distinto.
Aquí están estas páginas escritas no como manual sino como guía para la acción actual.
(Escrito en Buenos Aires, en el mes de marzo de 2004 en ocasión de la primera edición)
Marcelo Cafiso
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